Uno de los personajes más extravagantes en la historia del ajedrez es el británico Joseph Henry Blackburne (1841-1924). Era un hombre con un carácter bastante fuerte y cambiante, que pasaba de la excitación a la depresión con suma facilidad, lo cual se unía a una serie de historietas vividas por él bastante chocantes y originales que hacían razonable el apodo de “La muerte negra“, sobrenombre con el que se le conocía.
Como anécdota curiosa, Blackburne no aprendió a jugar hasta los 19 años, pero a partir de ahí, fue considerado uno de los mejores jugadores ingleses de la época. Su estilo de juego era una mezcla de cálculo metódico y de imaginación desbordante; en ocasiones incontrolable, lo que le significó una carrera ajedrecística muy irregular.
Para hacerse una idea, baste decir que, después de perder una partida con Wilhem Steinitz, se arrojó por la ventana, herido en su orgullo por la derrota. Menos mal que por aquella época se jugaba en una planta baja, así que el suceso no tuvo mayores consecuencias.
Blackburne mezcla de ajedrez y whisky:
Para valorar el otro extremo de su voluble personalidad, es famosa su historia de como durante una sesión de simultáneas que dio en la Universidad de Cambridge, los estudiantes pensaron que les sería más fácil ganarle dejando una botella de whisky y un vaso a cada extremo de la mesa de juego. Al final de la jornada, Blackburne llevaba una cogorza seria tras haberse bebido dos botellas sin dejar ni gota y habiendo ganado todas las partidas en un tiempo récord.
Otra anécdota, probablemente ficticia, cuenta que, jugando otra sesión de simultáneas, se bebió un vaso de whisky de uno de los aficionados, cuando éste estaba pensando en el siguiente movimiento, concentrado y nervioso. Después de la partida dijo que a su adversario le había comido un peón y que, de paso, se había bebido su whisky. Siempre sostuvo la teoría de que beber whisky mejoraba su habilidad en el juego del ajedrez, porque “el alcohol aclara la mente“. Fiel a sus ideas, toda su vida intentó probar esta teoría siempre que podía, que fueron muchas en sus 83 años de vida.